L'Aquila conmemora el primer aniversario del terremoto


Unos 18.000 afectados viven en nuevas viviendas, pero miles siguen a la espera
En su noche de la memoria, L'Aquila se iluminó con antorchas y velas. La ciudad italiana conmemoró anoche con marchas, misas y varios actos el primer aniversario del terremoto que mató a 308 personas y la dejó de rodillas. La capital de la región de Los Abruzos, preciosa perla medieval en el centro de Italia, 70.000 habitantes, 28.000 estudiantes, 90 kilómetros al este de Roma, quedó hecha añicos en la madrugada del 6 de abril de 2009. Un año después, a pesar de los esfuerzos, la ciudad continúa sumida en gravísimas dificultades. El casco viejo sigue siendo un territorio fantasma y la economía local permanece hundida.

Iglesias, monumentos y viviendas se desplomaron hace un año bajo las sacudidas del temblor, de 5,8 grados en la escala de Richter. Cayó también la Delegación del Gobierno. Varios edificios públicos quedaron destruidos o inutilizables. En algunos casos, inmuebles públicos relativamente jóvenes resultaron construidos sin respetar las elementales normas de seguridad, según han demostrado las investigaciones. El seísmo desplazó la ciudad 15 centímetros en los mapas, y dejó a 67.000 personas sin techo en L'Aquila y alrededores. Los bomberos han inspeccionado 13.190 casas particulares, 468 estructuras públicas, 36 hospitales, 1.000 cuarteles y 403 escuelas. El 50% de los edificios resultó inhabitable.

Unas 27.000 personas han sido realojadas por el Estado. De ellas, unas 18.000 viven en las nuevas viviendas entregadas por el Gobierno, según datos de la Protección Civil, que depende del Ejecutivo. Otras 9.000 en hoteles o cuarteles. Un esfuerzo impresionante, que no obstante queda muy lejos de lo prometido.

Frente a los muchos realojados, otras miles de personas residen todavía en casa de amigos o familiares o en otro tipo de situaciones precarias. El presidente del Gobierno, Silvio Berlusconi, prometió a los afectados por el seísmo que antes de que viniera el frío del invierno todos tendrían una casa nueva. El invierno llegó y se fue y no hay casas para todos.

Las 170 hectáreas del centro histórico, corazón de la economía y de la vida social de L'Aquila, siguen siendo una ciudad fantasma. Las persianas de las tiendas están bajadas, los restaurantes cerrados, como los hoteles. Las casas siguen deshabitadas. Las que no cayeron, no tienen agua ni gas natural, o están amenazadas por el posible derrumbe de los edificios adyacentes. Todo está muerto. La reconstrucción se hace particularmente difícil por la cantidad de inmuebles sometidos a régimen de protección por su valor, histórico-artístico.

"En las nuevas casas, alejadas del centro, la gente no sabe qué hacer, donde reunirse. Hay que reconstruir cuanto antes el tejido urbano y humano de la ciudad", explica el arquitecto Mario Cucinella, que está proyectando gratuitamente un nuevo teatro y un parque. En semejante situación, la crisis económica golpea con especial dureza. Despidos y ERE se han multiplicado con respecto a 2008. Por eso quizá, 20.000 italianos apoyaron el grupo de Facebook que pide encender una vela durante la noche. Un símbolo de esperanza, para una ciudad que no logra dar la vuelta a la página.

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